A partir de los seis meses, los lactantes ya pueden empezar a comer alimentos sólidos o líquidos distintos de la leche materna o de una fórmula infantil. Sin embargo, cada bebé es distinto y, por tanto, no se puede seguir de manera estricta estos tiempos.
Como indica la Asociación Española de Pediatría (AEP), hay diversos signos a tener en cuenta antes de introducir una alimentación complementaria. En este sentido, asegura que, para poder ingerir alimentos diferentes a la leche, "es conveniente que el organismo tenga la maduración necesaria a nivel neurológico, renal, gastrointestinal e inmune".
Pero, ¿cuándo considerar que tu hijo está preparado para ello? Según el mismo organismo, estas son las señales para identificarlo:
No obstante, la AEP también advierte de que es peligroso introducir la alimentación complementaria de forma tardía o temprana, pues puede aumentar el riesgo de infección e ingreso hospitalario, así como afectar al crecimiento y neurodesarrollo o derivar en problemas nutricionales. De este modo, insiste en la importancia de esperar (generalmente) hasta el sexto mes para añadir de forma paulatina el resto de alimentos, manteniendo la leche materna o la leche de fórmula el tiempo que se desee.
Aunque no hay alimentos mejores que otros para empezar, los expertos recomiendan ofrecer de manera prioritaria alimentos ricos en hierro y zinc. Asimismo, aconsejan introducirlos de uno en uno, con intervalos de unos días, para observar la tolerancia y la aceptación. Además, piden no añadirles sal, azúcar ni edulcorantes, para que el bebé se acostumbre a los sabores naturales.
Concretamente, estos son los alimentos que pueden introducirse a partir los seis meses:
Habrá que esperar hasta los doce meses para incorporar la leche entera, los yogures y el queso tierno. Mientras que los sólidos como los frutos secos enteros, la manzana o la zanahoria cruda no se contemplan hasta los tres años por riesgo de atragantamiento. En cuanto a los embutidos, la bollería y los alimentos con alto contenido de azúcares, se recomienda incluirlos en pequeñas cantidades lo más tarde posible (siempre a partir de los 12 meses).
Como hemos visto anteriormente, la verdura es uno de los primeros alimentos que puede digerir un bebé. Puede introducirse en cualquier comida y presentarse de diferentes formas: trituradas como cremas o purés, en pequeños trozos o chafadas con un tenedor en función de la capacidad de cada niño. Se pueden cocinar a la plancha, al vapor o, incluso, hervir. Recuerda que está permitido el uso del aceite de oliva, pero evita añadirle sal.
Todas las verduras son aptas a los seis meses, excepto aquellas de hoja verde (como la acelga o la espinaca), que se retrasan hasta que cumpla un año por su alto contenido en nitratos y el riesgo de que se produzca una metahemoglobinemia. Pero en caso de querer introducirlas en la alimentación, la AEP alerta de que "deben representar menos del 20 por ciento del contenido total del plato".
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