Con piel pálida no nos referimos a que tu tono este año sea más blanquecino que el anterior porque no has podido tomar el sol o no te has ido aún de vacaciones, sino al hecho de tener el cutis más blanco o con menos color que el habitual por una menor irrigación sanguínea.
Según explica la farmacéutica Leire Azcona en Elsevier, la tonalidad de la piel es el resultado de combinar tres colores: el rojo, que lo aporta la hemoglobina oxidada; el azul, de la hemoglobina reducida; y el pardo, producido por la melanina. Así, la pigmentación dependerá de la cantidad y la calidad de todas ellas y, en consecuencia, se percibirá un gran espectro de colores.
No obstante, a pesar del tono particular de tu piel, hay siete situaciones diferentes para presentar cierta palidez y que son síntoma de una enfermedad de mayor o menor gravedad.
¿Por qué tengo la piel pálida?
- Anemia. Una enfermedad que se presenta cuando en la sangre no hay un número suficiente de glóbulos rojos para realizar un adecuado transporte de oxígeno a los tejidos corporales o su función es deficiente en algún sentido. Puede ser temporal o crónica, y puede variar entre leve y grave. Aunque la fatiga es el síntoma más común, la palidez cutánea y de mucosas, así como la debilidad o tener con frecuencia manos y pies fríos son otros signos que aparecen y aumentan con la progresión de la enfermedad.
- Síncope. Se trata de una pérdida súbita y breve de la conciencia con ausencia de tono postural seguida de recuperación espontánea, señalan desde MSD. Lo más frecuente es el llamado desmayo o síncope vasovagal, donde la palidez será generalizada, precediendo a la caída. En la recuperación, la piel se vuelve rosada de nuevo porque la circulación se restituye. Además, puede acompañarse de sudoración, visión borrosa y palpitaciones.
- Hipoglucemia. Se produce cuando la cantidad de glucosa en la sangre es baja. Entonces, el paciente muestra una palidez generalizada que podrá acompañarse de sudoración, taquicardia, ansiedad y temblores. Es tal vez la complicación más común del manejo de la diabetes, pero también puede darse en otros contextos como abuso el de alcohol, la inanición y la sepsis (infección generalizada).
- Hipotermia y congelamiento. La termorregulación cesa por debajo de los 30°C y, por ende, el cuerpo comienza a depender de una fuente externa de calor para recalentarse. Al principio, se producen escalofríos intensos, hay palidez generalizada y cianosis (coloración azulada) en extremidades. Además, reduce las funciones fisiológicas, la conducción nerviosa y la agudeza mental, llegando a provocar alucinaciones.
- Síndrome de Raynaud. Se trata de una patología que surge en respuesta al frío o a la tensión emocional, que produce molestias y cambios de color reversibles en los dedos de las manos (palidez, cianosis, eritema o una combinación de ellos). Puede durar varios minutos e, incluso, horas. Para prevenirlo, se recomienda evitar el frío y dejar de fumar.
- Deshidratación. Es un cuadro clínico originado por la excesiva pérdida de agua y electrólitos, que afecta inicialmente a nivel circulatorio, pero puede llegar a perjudicar otros órganos y sistemas. Según la Asociación Española de Pediatría (AEP), se origina por disminución de la ingesta de agua y, en los casos más graves, la piel se muestra pálida o moteada.
- Arteriopatía periférica y claudicación intermitente. Es el bloqueo o constricción de una arteria en las piernas o en los brazos que provoca una disminución del flujo sanguíneo. Ocurre con frecuencia en las personas mayores, porque a menudo es consecuencia de la ateroesclerosis. La pierna o el brazo adquiere un tono pálido o azulado y no se puede sentir el pulso debajo de la obstrucción. Mientras, la claudicación intermitente es el síntoma más frecuente de la arteriopatía periférica, y se percibe como una sensación de cansancio, dolor o calambres en los músculos de la pierna, no en las articulaciones.