La alimentación complementaria es el proceso por el cual comenzamos a ofrecer a nuestro bebé un alimento sólido o líquido distinto de la leche materna o de una fórmula infantil. Suele iniciarse a partir del sexto mes de vida y nunca debe introducirse como sustitución de la dieta anterior.
Los pediatras recomiendan mantener la lactancia materna de forma exclusiva durante los seis primeros meses y, a partir de ese momento, añadir el resto de los alimentos, manteniendo la leche materna o de fórmula a demanda todo el tiempo que madre e hijo deseen, pudiéndose alargar hasta los dos años.
No obstante, desde la Asociación Española de Pediatría (AEP) recuerdan que cada niño tiene sus propios tiempos y, por ello, destacan la importancia de prestar atención a las señales que indican que el bebé ya está listo para comenzar con otros alimentos. En este sentido, dicen que nuestro hijo estará totalmente preparado cuando adquiera las siguientes capacidades:
Así, advierten de que iniciar la alimentación complementaria demasiado pronto puede acarrear aumentar las posibilidades de sufrir riesgos como el atragantamiento, gastroenteritis agudas e infecciones del tracto respiratorio superior, obesidad o diabetes, entre otros problemas.
Sin embargo, tampoco aconsejan posponerla más allá del séptimo mes porque podría conllevar carencias nutricionales, aumento del riesgo de alergias e intolerancias alimentarias, peor aceptación de nuevas texturas y sabores, así como mayor posibilidad de alteración de las habilidades motoras orales.
En cuanto al modo de incorporar estos nuevos alimentos a la dieta, los mismos expertos señalan que "no hay alimentos mejores que otros para empezar, aunque se recomienda ofrecer de manera prioritaria alimentos ricos en hierro y zinc". Asimismo, subrayan que es mejor introducir los alimentos de uno en uno, con intervalos de unos días, para observar la tolerancia y la aceptación.
Con todo, recuerdan que "el alimento principal sigue siendo la leche materna, por lo que se deberá ofrecer el pecho a demanda y con frecuencia, o la leche de fórmula en caso de no ser amamantado". Además, afirman que las porciones deben ser pequeñas al principio y aumentarlas progresivamente conforme crece el niño.
Igualmente, aconsejan no añadirles sal, azúcar ni edulcorantes, para que el bebé se acostumbre a los sabores naturales de los alimentos. Tampoco apoyan el consumo de zumos, ya que "no ofrecen ningún beneficio nutricional". Además, alertan de que su ingesta elevada puede contribuir a la ganancia inadecuada de peso y aumenta el riesgo de caries. "Por tanto, se recomienda el consumo de fruta entera", concluyen.
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